Estreno del “Cántico Espiritual”
de Amancio Prada
José Luís Rubio
Una
entusiasta acogida tuvo —el pasado sábado, en Segovia— la ejecución de
“Cántico espiritual”, de Amancio Prada, composición musical para voz,
guitarra, violín y violoncello, sobre el apasionado poema erótico que
hace cuatro siglos escribiera San Juan de la Cruz.
La
obra fue interpretada en la iglesia románica de San Juan de los
Caballeros, hoy convertida en Museo Zuloaga, que se acomodó bien a los
propósitos escenográficos y ambientales de Amancio Prada. Sin micrófonos
ni otro aparato eléctrico que unas discretas luces, el “Cántico” fue
ejecutado con limpia y estremecida perfección. Prada cantó los versos y
estuvo a cargo de la guitarra. Eduardo Gattinoni tocó el violoncello y
José Torres el violín. Desde su asiento de primera fila, el octogenario
folklorista segoviano Agapito Marazuela no se perdía detalle.
Hay
que armarse de valor —y de amor— para ponerle música a San Juan de la
Cruz. Es una empresa suprema y, por el mismo hecho, solicita del
aventurado compositor una fe sin límites y una humildad ejemplar.
Especie de reelaboración del bíblico “Cantar de los cantares”, el
“Cántico espiritual” alcanza, para muchos poetas y críticos, la más
alta cota de la lírica castellana. Ahora que no hay cantor ni
cantorzuelo que desdeñe hacerse un nombre a base de maltratar la obra de
los Machado, Hernández, Celaya, Alberti y otros poetas, Amancio Prada
toma por los cuernos el dragón de la poesía y se enfrenta con él en una
danza formal simbólica y extenuante.
Pero
no se trata de un capricho súbito. Amancio Prada comenzó a trabajar en
el “Cántico” hace cinco años y sólo ahora ha dado por concluida la
tarea. Durante todo ese tiempo, ha puesto música a muchos textos
poéticos —de Rosalía de Castro, Celso Emilio Ferreiro, Luis López
Álvarez, entre otros— y ha cantado muchas coplas populares.
A
juzgar por esta primera ejecución, el “Cántico espiritual” de Amancio
Prada es el mismo de San Juan de la Cruz. No hay ninguna versión
personal, ninguna interpretación. La música subraya el texto, lo
ilustra y lo ilumina, al tiempo que permite al oyente sumergirse en la
tremenda sensualidad del poema. Hay momentos muy bellos, como el largo e
intenso cuarto movimiento, donde la amada describe su primero, y casi
irreal, encuentro con el amor.
Distante
por igual de la música popular y de la música culta, el “Cántico
espiritual” es una aparición insólita y gozosa dentro de la música
española. Vibrante, emocionado, tembloroso, el sonido imaginado por
Amancio Prada es un silbo inaprensible, que está lejos y cerca a la vez,
de la práctica diaria del romanticismo.