"... Por haberse, pues, estas canciones compuesto en amor de abundante inteligencia mística, no se podrán declarar al justo, ni mi intento será tal, sino sólo dar alguna luz (en) general, pues Vuestra Reverencia así lo ha querido. Y esto tengo por mejor, porque los dichos de amor es mejor dejarlos en su anchura para que cada uno de ellos se aproveche según su modo y caudal de espíritu, que abreviarlos a un sentido a que se no acomode todo paladar. Y así, aunque en alguna manera se declaran, no hay para qué atarse a la declaración; porque la sabiduría mística -la cual es por amor, de que las presentes canciones tratan- no ha menester distintamente entenderse para hacer efecto de amor y afición en el alma, porque es a modo de la fe, en la cual amamos a Dios sin entenderle."

San Juan de la Cruz

(Del prólogo al Cántico Espiritual)

Diario de Ávila. El Lector Opina

Diario de Ávila- 5 de Mayo 2017
El lector Opina

Amancio Prada en concierto
Julio Peinado Castrejón
Ávila
¡Ay de mí, ay de mi!, que ya no recordaba la presentación del «Cántico espiritual» de hace cuarenta años en Segovia. Al volver atrás siento nostalgia de cómo éramos: ingenuos, soñadores, calientes...
tan distintos de hoy: experimentados, descreídos y complacientes. Tras haber asistido a siete encuentros con el cantaautor que ya he contemplado todos los matices de un concierto: asombro, alegría, dulzura, pasión, ensismismamiento, oración, reflexión... La del treinta de abril pasado, con una escolanía de voces blancas, ha sido el sumun de la representación de un concierto, en contraposición a otros muchas charangas que proliferan y triunfanpor ahí , sin que se sepa a qué aspiran más que a hacer pasar el rato. En Segovia ya intuí que daba paso a una nueva de decir y rezar, ¿por qué no?. La ilusión de los veinte años perdura, pero ¡ay!, no las fuerzas. Pero lo importante no es uno mismo, ni la música, ni siquiera el cantautor, solo trasciende la palabra, «esa música del universo», que nos eleva a esferas  insospechadas, sea uno creyente o no. ¡Sí!, la palabra excelsa, y del «Cántico espiritual» de San Juan de la Cruz es además de eso es sublime, nos transporta inexcusablemente donde ella quiere. ¡Ahí dónde solo nos atrevemos a llegar en sueños. Sueños increíbles , poderosos, místicos y hasta felices. En el citado concierto de Ávila he contemplado a un público extasiado, atento, sobrepasado por que veía y escuchaba en el escenario. Al acabar, además de una ovación entusiasta y prolongada, he visto a jóvenes con la mirada iluminada y a uno que comentaba: «Han sido los dieciséis euros mejor gastados de toda mi vida». ¡No hace falta más aclaración!, salvo que visto que llevaba un alzacuellos eclesiástico. Sabiendo que más de la mitad de los asistentes eran jóvenes, me ha sorprendido la atención reverencial hacia Amancio Prada y la entrega total a todo que hacía y comentaba. Yo por mi parte, contagiado por anteriores experiencias, solo me resta agradecer el haber podido disfrutar de un concierto maravilloso, y aunque suene a tópico ¡Único! Aún resuenan en mi mente eso de caminos, caminantes, caminos...y aún me digo: Sin llegar al límite de cantar los capítulos del oficio divino, tengo que seguir por esos senderos marcados sin hacer caso a los que se frustran con las preguntas, las respuestas y el olvido. Quiero mirar en la lejanía, la luz, olvidándome de la nostalgia. Ya no haré caso de mi reloj interno, que a veces se para sin saber en qué día y hora. A lo mejor tienen razón los que que comparan al amor con los relojes antiguos, a los que había que dar cuerda todos los días, so pena de que se pararan y había que tirarlos. ¡Es posible»! Confieso que me he quedado ahí, no he pasado más adelante con Amancio Prada, ahí en la soledad del valle silencioso, con el riesgo cierto de perderme para siempre en el paraíso de la memoria. Cuidado, así dicen que empieza el Alzehimer. Pero no, enseguida he retornado el rumbo al compás de su guitarra que expresaba tantos sentimientos. y Así, suave, suave, hasta el final, en un horizonte de silencios y con la vigilancia de las estrellas, remonté las alas de seda, cual ave, para salir de mí mismo. Y entonces quise tanto... y ya se sabe que querer significa tanto sesear como amar. Todo es cuestión de voluntad.