Notas al programa
Canciones del alma
"Porque
la sabiduría mística-la cual es por amor de que las presentes canciones
tratan- no ha menester distintamente entenderse para hacer efecto de
amor y afición en el alma".
San Juan de la Cruz. (Del prólogo al Cántico Espiritual)
La primera tarea del enamorado es dejar entrar: abrir la casa, el
cuerpo, el alma. Dejarse traspasar, ser
cóncavo, esposarse. “Santa Teresa es la esposa de la canción, un corazón
traspasado”, escribe Emil Cioran. Y es cierto. La propia Teresa de Jesús, en su
Coloquio amoroso, demanda un amor que la ocupe, que anide en ella.
De ahí que estas Canciones del alma que ahora
escucharemos y que son todas por amor, contengan en sí mismas todo lo otro de sí
mismas: un poema lo es sólo en función de lo que en su decir cabe sin dejar de
ser aquello que es; debe ser materia y también potencia. Como una posada con buenas vistas. Así las
cosas, y al hilo de estos razonamientos, bien podríamos concluir que, para
cuando Juan de Yepes ultimaba el Cántico espiritual, Amancio Prada ya estaba
allí, dentro del Cántico, enamorado de sus hechuras y dispuesto a desabrochar la
música que viste el poema.
Probablemente por eso, por amor, el Cántico espiritual ocupa un lugar tan
significativo en la profesión y en la biografía de Amancio Prada, que no se ha
separado de él desde que en abril de
1972, en París, presentó una primera
versión en el Teatro de la
Gaîté-Montparnasse. Fue esta una aproximación parcial, una selección de
estrofas cantadas en un programa de Radio France Culture, “Libre Parcours Récital”.
Algunos años después,
viviendo ya en Segovia, Amancio, constante en su afecto, retomó la composición con el ambicioso propósito
de cantar el poemario completo. Finalmente, el estreno tuvo lugar en la iglesia
románica de San Juan de los Caballeros, el 8 de abril, sábado santo de 1977. El
1 de junio de ese mismo año el Cántico se publicó en disco, con Jesús Corvino
al violín y Eduardo Gattinoni al violonchelo.
Desde entonces, el repertorio de Amancio Prada no ha hecho sino
crecer, y como juglar que es, ha puesto
música a la poesía de Jorge Manrique y de Lorca, a los versos de Juan Carlos
Mestre y de Agustín García Calvo, a Léo Ferré y a Rosalía de Castro; también a
los encendidos y sensuales versos de Teresa de Ávila. Incluso a otros poemas de San Juan. Pero una y
otra vez Amancio ha vuelto al Cántico. Siempre ha estado ahí, al cuidado de su Magnum opus.
Bien es verdad que nada nos extraña dicha complicidad, porque cuando
de los versos del Cántico se trata, más
que de poesía cantada, es pertinente hablar de poesía que canta. Los más
cercanos a San Juan de la Cruz cuentan que nuestro poeta solía referirse a estos poemas como Coplas de la Esposa y su declaración, Canciones de la Esposa,
Canciones entre el Alma y el Esposo o, más escuetamente, Canciones. Así, sin
más aderezo: Canciones. Y efectivamente, y como es fácil comprobar, en estas
rimas anida una música que, ya en la primera lectura, se desprende con aparente
naturalidad. Digo aparente porque,
cuando se exploran detenidamente estos versos, el minucioso trabajo del cincel
sobre cada voz y cada cadencia queda al descubierto y nos conmueve, tales son
su belleza y pericia.
La intervención de Amancio Prada sobre el cuerpo de, Cántico intensifica
esa música que allí reside, y la sitúa en escena, sube el volumen para dotar al
poema de presencia y vigor dramáticos. Su
mejor herramienta es una voz cuya emisión
natural es de hermoso timbre y perfecta dicción, una voz que conjuga una forma
de declamación lírica profundamente expresiva y muy personal, un dominio del
decir cantando que logra que el temblor
amoroso, o si lo prefieren místico, nos alcance
aún más perturbador. Es tal y como lo describe María Zambrano: “Música y voz no aparecen, pues, añadidas,
sino extraídas del poema mismo. Nupcias de palabra y musicalidad. Y algo más
inaudible sin duda. Nupcias celebradas allí, en las <<subidas cavernas de
la piedra>>, <<al monte y al collado do mana el agua pura>>. Alguna gota de esa agua bebida de ese secreto
manantial vivifica este canto de Amancio Prada”. Y
así es siempre, aunque cambien las
vestiduras. Ya advertíamos arriba que
Amancio Prada refresca su relación con el Cántico a menudo: desde aquella versión
original escrita ―hace cuarenta años ya― para voz solista, guitarra, violín, y violonchelo, a la concebida para
cuarteto de cuerda, sin olvidar la preparada por el compositor Ángel Barja o
las magníficas grabaciones acompañadas por voces blancas. Pero lo
profundo no cambia; tal como supo escuchar María Zambrano, en cualquier forma y
manera la voz y la guitarra de Amancio
Prada parecen emanar del centro mismo del poema.
Ya sobre la partitura, observamos que el planteamiento musical de Amancio Prada es formalmente riguroso
con la arquitectura del Cántico, y abarca el poemario completo (cuarenta
estrofas), ciclo que articula en nueve números que respetan el orden original; no incorpora repeticiones textuales, a
excepción de la hermosa ‘Respuesta de las criaturas’, que el coro (las
criaturas) entona tres veces. Estas decisiones realzan la coherencia de la
narración, que con tanta verdad perfila las estaciones de la condición amorosa.
El discurso musical está sabiamente gobernado por el espíritu y las imágenes del texto, que a modo
de guía escuchamos sin efectismos ni artificios. Tanto el fraseo
como los relieves melódicos son siempre fieles a los acentos de la palabra, adaptándose
a su respiración y a sus infinitos matices, facultad crucial para un texto como
este, vivificado como está por constantes exclamaciones, interrogaciones y
onomatopeyas.
Un breve preludio instrumental ―que
podríamos llamar obertura puesto que le sigue una representación que narra una
historia de amor― nos sumerge en el espacio poético y da paso al texto. Los
instrumentos son actores: mientras la voz desgrana el poema en un estilo
silábico, claro y conciso, el violín y el violonchelo son los esposos, y las
emociones de los esposos, que sienten la
zozobra de estar lejos, que se quejan, preguntan,
se buscan y se enredan en el deseo y la
consumación que aquí quiere ser experiencia de lo divino, pero que es expresión
literaria de un muy humano amor.
Bien; esta tarde, por primera vez, el público podrá escuchar una
versión orquestal del Cántico espiritual. El Coro y la Orquesta Sinfónica de Radio Televisión Española estrenan en
concierto una recreación para coro mixto y orquesta escrita por el compositor Fernando Velázquez,
que asume también la labor de dirección.
¿Recuerdan aquello que decíamos arriba sobre cómo el Cántico
espiritual de San Juan de la Cruz
retenía dentro de sí el trabajo de Amancio Prada? De igual forma el
quehacer musical de Amancio Prada ya impulsaba esta extensión orquestal ahora
expresada por Fernando Velázquez para
suerte nuestra.
Por último y ya para terminar, en la segunda parte de esta gala se han
programado canciones ―también orquestadas― extraídas del último disco publicado por
Amancio Prada, dedicado a los poemas de Teresa de Jesús, La Esposa de la
canción, a cuyo aniversario está
dedicado este concierto conmemorativo.
Poco podemos adelantar, puesto que interpretar los poemas de San Juan
de la Cruz y de Santa Teresa de Jesús en formato sinfónico−coral es una
absoluta primicia. Pero tenemos dos pistas: el extraordinario oficio de
Fernando Velázquez, y el caudaloso y profundo saber de Amancio Prada. Y claro
está, el amor que ambos han depositado en estas Canciones del alma, un amor a
la vez humano y místico.
Musicóloga