"... Por haberse, pues, estas canciones compuesto en amor de abundante inteligencia mística, no se podrán declarar al justo, ni mi intento será tal, sino sólo dar alguna luz (en) general, pues Vuestra Reverencia así lo ha querido. Y esto tengo por mejor, porque los dichos de amor es mejor dejarlos en su anchura para que cada uno de ellos se aproveche según su modo y caudal de espíritu, que abreviarlos a un sentido a que se no acomode todo paladar. Y así, aunque en alguna manera se declaran, no hay para qué atarse a la declaración; porque la sabiduría mística -la cual es por amor, de que las presentes canciones tratan- no ha menester distintamente entenderse para hacer efecto de amor y afición en el alma, porque es a modo de la fe, en la cual amamos a Dios sin entenderle."

San Juan de la Cruz

(Del prólogo al Cántico Espiritual)

Teatro Monumental de Madrid 2015


      

                                              
                                               
 


Notas al programa 
Canciones del alma

 "Porque la sabiduría mística-la cual es por amor de que las presentes canciones tratan- no ha menester distintamente entenderse para hacer efecto de amor y afición en el alma".

San Juan de la Cruz. (Del prólogo al Cántico Espiritual)

La primera tarea del enamorado es dejar entrar: abrir la casa, el cuerpo, el alma. Dejarse traspasar, ser  cóncavo, esposarse. “Santa Teresa es la esposa de la canción, un corazón traspasado”, escribe Emil Cioran. Y es cierto. La propia Teresa de Jesús, en su Coloquio amoroso, demanda un amor que la ocupe, que anide en ella. 

De ahí que estas Canciones del alma que ahora escucharemos y que son todas por amor, contengan en sí mismas todo lo otro de sí mismas: un poema lo es sólo en función de lo que en su decir cabe sin dejar de ser aquello que es; debe ser materia y también potencia.  Como una posada con buenas vistas. Así las cosas, y al hilo de estos razonamientos, bien podríamos concluir que, para cuando Juan de Yepes ultimaba el Cántico espiritual, Amancio Prada ya estaba allí, dentro del Cántico, enamorado de sus hechuras y dispuesto a desabrochar la música que viste el poema.

Probablemente por eso, por amor,  el Cántico espiritual ocupa un lugar tan significativo en la profesión y en la biografía de Amancio Prada, que no se ha separado de él desde que en abril de 1972, en París,  presentó una primera versión  en el Teatro de la Gaîté-Montparnasse. Fue esta una aproximación parcial, una selección de estrofas cantadas en un programa de Radio France Culture, “Libre Parcours Récital”. 

Algunos años después, viviendo ya en Segovia, Amancio, constante en su afecto,  retomó la composición con el ambicioso propósito de cantar el poemario completo. Finalmente, el estreno tuvo lugar en la iglesia románica de San Juan de los Caballeros, el 8 de abril, sábado santo de 1977. El 1 de junio de ese mismo año el Cántico se publicó en disco, con Jesús Corvino al violín y Eduardo Gattinoni al violonchelo.

Desde entonces, el repertorio de Amancio Prada no ha hecho sino crecer, y como juglar que es,  ha puesto música a la poesía de Jorge Manrique y de Lorca, a los versos de Juan Carlos Mestre y de Agustín García Calvo, a Léo Ferré y a Rosalía de Castro; también a los  encendidos y sensuales versos  de Teresa de Ávila.  Incluso a otros poemas de San Juan. Pero una y otra vez Amancio ha vuelto al Cántico. Siempre ha estado ahí, al cuidado de su Magnum opus

Bien es verdad que nada nos extraña dicha complicidad, porque cuando de los versos del Cántico  se trata, más que de poesía cantada, es pertinente hablar de poesía que canta. Los más cercanos a San Juan de la Cruz cuentan que nuestro poeta solía referirse  a estos poemas  como Coplas de la  Esposa y su declaración, Canciones de la Esposa, Canciones entre el Alma y el Esposo o, más escuetamente, Canciones. Así, sin más aderezo: Canciones. Y efectivamente, y como es fácil comprobar, en estas rimas anida una música que, ya en la primera lectura, se desprende con aparente naturalidad.  Digo aparente porque, cuando se exploran detenidamente estos versos, el minucioso trabajo del cincel sobre cada voz y cada cadencia queda al descubierto y nos conmueve, tales son su belleza y pericia. 

La intervención de Amancio Prada sobre el cuerpo de, Cántico intensifica esa música que allí reside, y la sitúa en escena, sube el volumen para dotar al poema de presencia y vigor dramáticos.  Su mejor  herramienta es una voz cuya emisión natural es de hermoso timbre y perfecta dicción, una voz que conjuga una forma de declamación lírica profundamente expresiva y muy personal, un dominio del decir cantando  que logra que el temblor amoroso, o si lo prefieren místico, nos  alcance aún más perturbador. Es tal y como lo describe María Zambrano: “Música y voz no aparecen, pues, añadidas, sino extraídas del poema mismo. Nupcias de palabra y musicalidad. Y algo más inaudible sin duda. Nupcias celebradas allí, en las <<subidas cavernas de la piedra>>, <<al monte y al collado do mana el agua pura>>.  Alguna gota de esa agua bebida de ese secreto manantial vivifica este canto de Amancio Prada”.  Y así es siempre,  aunque cambien las vestiduras. Ya advertíamos  arriba que Amancio Prada refresca su relación con el Cántico a menudo: desde aquella versión original escrita ―hace cuarenta años ya― para voz solista, guitarra,  violín, y violonchelo, a la concebida para cuarteto de cuerda, sin olvidar la preparada por el compositor Ángel Barja o las magníficas  grabaciones  acompañadas por voces blancas. Pero lo profundo no cambia; tal como supo escuchar María Zambrano, en cualquier forma y manera  la voz y la guitarra de Amancio Prada parecen emanar del centro mismo del poema.

Ya sobre la partitura, observamos que el planteamiento  musical de Amancio Prada es formalmente riguroso con la arquitectura del Cántico, y abarca el poemario completo (cuarenta estrofas), ciclo que articula en nueve números que respetan el orden original;  no incorpora repeticiones textuales, a excepción de la hermosa ‘Respuesta de las criaturas’, que el coro (las criaturas) entona tres veces. Estas decisiones realzan la coherencia de la narración, que con tanta verdad perfila las estaciones de la condición amorosa. El discurso musical está sabiamente gobernado por el  espíritu y las imágenes del texto, que a modo de guía  escuchamos  sin efectismos ni artificios. Tanto el fraseo como los relieves melódicos son siempre fieles a los acentos de la palabra, adaptándose a su respiración y a sus infinitos matices, facultad crucial para un texto como este, vivificado como está por constantes exclamaciones, interrogaciones y onomatopeyas.  

Un breve preludio instrumental  ―que podríamos llamar obertura puesto que le sigue una representación que narra una historia de amor― nos sumerge en el espacio poético y da paso al texto. Los instrumentos son actores: mientras la voz desgrana el poema en un estilo silábico, claro y conciso, el violín y el violonchelo son los esposos, y las emociones de los esposos, que  sienten la zozobra de estar lejos, que se quejan,  preguntan, se buscan y se enredan en el  deseo y la consumación que aquí quiere ser experiencia de lo divino, pero que es expresión literaria de un muy humano amor.

Bien; esta tarde, por primera vez, el público podrá escuchar una versión orquestal del Cántico espiritual. El Coro y la Orquesta Sinfónica  de Radio Televisión Española estrenan en concierto una recreación para coro mixto y orquesta  escrita por el compositor Fernando Velázquez, que asume también la labor de dirección. 

 ¿Recuerdan aquello que decíamos arriba sobre cómo el Cántico espiritual de San Juan de la Cruz  retenía dentro de sí el trabajo de Amancio Prada? De igual forma el quehacer musical de Amancio Prada ya impulsaba esta extensión orquestal ahora expresada por Fernando Velázquez  para suerte nuestra.

Por último y ya para terminar, en la segunda parte de esta gala se han programado canciones  ―también orquestadas―  extraídas del último disco publicado por Amancio Prada, dedicado a los poemas de Teresa de Jesús, La Esposa de la canción,  a cuyo aniversario está dedicado este concierto conmemorativo.
Poco podemos adelantar, puesto que interpretar los poemas de San Juan de la Cruz y de Santa Teresa de Jesús en formato sinfónico−coral es una absoluta primicia. Pero tenemos dos pistas: el extraordinario oficio de Fernando Velázquez, y el caudaloso y profundo saber de Amancio Prada. Y claro está, el amor que ambos han depositado en estas Canciones del alma, un amor a la vez humano y místico.

Musicóloga
                      





* Duración total aproximada: 80 minutos.