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ESPECTÁCULOS EL
PAÍS 27 de septiembre de 1984
Venció la sensibilidad de Amancio
Prada
Recital de
canción en el Festival de Otoño.
Amancio
Prada
Teatro Real de Madrid. Lunes 24 de septiembre de 1984
ANTONIO GÓMEZ
El éxito obtenido por Amancio Prada en su
recital del teatro real de Madrid fue evidente, tanto en lo que se refiere al
número de asistentes, una buen aparte del cual se quedó en la calle sin poder
entrar, como a a reacción calurosa del que llenaba la sala. Los datos
aparentemente anecdóticos que rodearon la presentación por primera vez de un
cantante popular en el teatro Real muestran, no obstante, algunas realidades a
tener en cuenta la discusión, tan innecesaria como frecuente, sobre lo que es
música seria, la relación que
necesariamente existe entre el tipo de música que se hace y el escenario desde
el que se muestra; las diversas actitudes de los públicos que normalmente
acuden a distintos recitales y su reacción ante un local como el Real. Aunque
sólo sea citándolos, creo que es necesario prestar atención a estos puntos.
Amancio Prada interpretó dos obras de
distinta factura: su musicación del Cántico espiritual, de san Juan de la Cruz,
con el que abrió el recital, y un recorrido por sus canciones en el que cantó
poemas de Rosalía de Castro, Juan del Enzina, Agustín García Calvo y los
trovadores galaico-portugueses. Más nerviosos e inseguro en la primera parte,
en la segunda se fue reafirmando hasta un final espléndido, demostrando una vez
más que la suya es música simple y llanamente buena, sin jerarquización de
géneros.
Claridad
Los dos ejes claves de la obra de Amancio
Prada se mostraron con claridad en este recital. Por una parte la musicación de
poemas, camino que muchos cantantes han intentado, pero que pocos han tratado
con tanto rigor. Musicar poemas ha sido, en muchos casos, el socorrido recurso
a la falta de madurez para escribir canciones. Amancio Prada es de los pocos
que han solucionando el problema de la dispersión formal y temática y la
difuminación de la propia personalidad artística que esto suele originar,
creando una obra coherente y personal, en la que la imbricación entre cantante
y texto, apropiándose, con pleno derecho, las palabras ajenas para desarrollar
su original discurso, es su mayor virtud.
El otro eje sería el que establece este
terreno fronterizo en el que se mueve entre la música clásica, en su forma
camerística, y la popular, con la asimilación de cierto sonido y estructura de
origen folklórico. Otro experimento de múltiples intentos en la música popular
y de irregulares y en general poco satisfactorios resultados. Amancio Prada ha
sabido encontrar una fórmula de absoluta validez en su acercamiento a los modos
y las formas de la canción trovadoresca, partícipe de la corte y de la aldea,
de corte contemporáneo.
Su sensibilidad creativa, la seriedad con que
plantea su trabajo y los excelente
músicos, en general, con que se acompaña fueron las bazas que le permitieron
triunfar en un escenario tan condicionado como el del teatro Real.