50/ A B C SÁBADO 6-2-82
ESPECTÁCULOS
Música
Amancio Prada o el buen gusto que
jerarquiza
Leopoldo
HONTAÑÓN.
No sé si es encasillable con exactitud en la
parcela de los cantautores, puesto que glosa normalmente textos ajenos –en
relación, por otra parte, que acredita de entrada excelente gusto-; creo, por
mi parte, que es bastante más, pero en cualquier caso se mueve en zonas
vecinas. En zonas, éstas y aquellas, de las que no tengo más remedio que
declararme, en principio, un poco alejado. Seguramente que por excesiva
especialización, si es que ello cabe, de mi sensibilidad receptiva.
Con todo, me acerqué al anuncio de la
actuación del leonés Amancio Prada con interés cierto por ver qué resultados
obtenía en la reposición en Madrid –se había dado aquí en mayo de 1978- de su
“Cántico espiritual” sobre el de san Juan de la Cruz. Pues bien: he aquí que la
sorpresa fue grande, y agradable, siquiera debida todavía más a lo que hizo
Prada en la primera parte de su recital que con su “Cántico” llenaba la
segunda.
Fueron muchas y variadas, además, las ideas y
pensamientos que la audición de Prada me fue suscitando. Imposible
reproducirlas todas, Sí quiero aludir, sin embargo, a un par de ellas que se me
antojan suficientemente significativas. La de que el espíritu con el que el
cantante y guitarrista se aproxima al poeta me refrescó muchas de mis lecturas
marañonianas de adolescente sobre nuestros místicos –me detuve, en todo caso,
en Llerena- y el emparentamiento que aquella “sordera” del 98, denunciada por
musicólogo ilustre, con el contenido, tan bien intencionado como fuera de
medida, de la nota que recoge el programa de la admirable y admirada María
Zambrano.
¿Cómo es posible afirmar, poco más o menos,
que hasta el Cántico de san Juan de la Cruz en la voz de Amancio Prada las
obras maestras de la poesía no han encontrado ni aproximadamente la voz a ellas
debida, por más que se aduzca, con muy fragmentaria razón, el ejemplo de tantos
endebles libretos de ópera? ¿Y la esplendorosa historia del “lied” o frutos de
ahora mismo como el de Cristóbal Halffter sobre el propio san Juan de la Cruz,
por solo utilizar estos dos contrarios? Dejemos las cosas en su sitio, que otra
cosa es, además, hacer gran disfavor al alabado.
Y ese otro sitio es privilegiado,
ciertamente, dentro del género. De un género menor, pero que se jerarquiza y se
dignifica al máximo si, como hace Prada, se canta la mejor poesía de hoy y de
siempre con natural desenfado, con caliente expresividad, con musical
auténtica, de manera sensible y aficionada. Con verdad y sin artificios. De
suerte que bien puede hablarse de alta prestación artística tras disfrutar con
interpretaciones como las del tradicional “Romance del enamorado”: de “Nadie la
llama y viene” –con versos de García Calvo o del “Adiós ríos, adiós fontes” de
Rosalía de Castro.
Tanto que no vaciló en recomendar que se vaya
a disfrutar al teatro español las noches de los jueves de este mes de febrero,
con esa corriente de aire fresco y puro que entre tanta farfolla, ofrecen allí
Amancio Prada y sus magníficos acompañantes: Fermín Aldaz y Rafael Villanueva,
violines: Tomás Garrido, chelo y Cuco Pérez, acordeón.