"... Por haberse, pues, estas canciones compuesto en amor de abundante inteligencia mística, no se podrán declarar al justo, ni mi intento será tal, sino sólo dar alguna luz (en) general, pues Vuestra Reverencia así lo ha querido. Y esto tengo por mejor, porque los dichos de amor es mejor dejarlos en su anchura para que cada uno de ellos se aproveche según su modo y caudal de espíritu, que abreviarlos a un sentido a que se no acomode todo paladar. Y así, aunque en alguna manera se declaran, no hay para qué atarse a la declaración; porque la sabiduría mística -la cual es por amor, de que las presentes canciones tratan- no ha menester distintamente entenderse para hacer efecto de amor y afición en el alma, porque es a modo de la fe, en la cual amamos a Dios sin entenderle."

San Juan de la Cruz

(Del prólogo al Cántico Espiritual)

Critica de José Luis Rubio. 1977


¿Por qué no ir directamente a lo más alto?

Amancio Prada ha emprendido ya el camino. Su Cántico Espiritual es un trabajo de escritura e interpretación que tiene un hilo sonoro hacia lo más alto de la poesía española: San Juan de la Cruz.

Sin miedo. Porque la música de Amancio Prada no nace para ser aplicada al uso ni al reloj diario. Tiene otra idea y otro procedimiento. Él ha cantado antes coplas tradicionales gallegas, ha puesto música a los versos de Rosalía de Castro, de Agustín García Calvo, de otros poetas vivos y muertos. Ha escrito sus canciones en unas y otras épocas. Y ahora parte, como hipnotizado, hacia el límite vertical.

Pero, al componer su cántico, Amancio Prada no se ha encadenado al verso. Ha seguido la propia recomendación del poeta, quien escribió en el prólogo: “Porque los dichos de amor es mejor dejarlos en su anchura para que cada uno de ellos se aproveche según su modo y caudal de espíritu, que abreviarlos a un sentido a que no se acomode todo paladar”. La poesía flameante, sensual, como de cuerpos en incandescencia es dejada, así, a merced de cada particular golpe de viento. Amancio Prada huye de la coloración descriptiva, del aderezo sentimental y dibuja un mapa sonoro del lance amoroso. El oyente camina, espera, se arrebata como si fuera un espía invisible entre los enamorados. Al unificar, en su voz, el diámetro erótico, Amancio Prada los desprovee de punto de vista y lo amplía, multiplica y exterioriza.

La música de este Cántico fue escrita con un solo criterio inicial, el tímbrico, al apoyarse en la esquemática instrumentación de guitarra española, violín y violoncelo. Sonidos lineales que forman una madeja suave, cálida, sin bordes, sin nervios, sin esqueleto. Los tres instrumentos se dividen en las funciones musicales con una familiaridad muy poco académica, y el conjunto tiene, en consecuencia, una vitalidad natural insólita en el terreno de la música actual.

Rescatada del severo libro de tapas de oro, la poesía musical del Cántico vuelve a la calle, al protagonista anónimo, a la pareja de amantes sin rostro, a la multitud de bocas y brazos enlazados. Es una poesía musical que da alcance a la caza y enciende las más ocultas residencias del deseo, de la pasión y del sentido humano.


José Luis Rubio
Cambio16. 1977